El hecho de que la historia y la cultura Rapa Nui no haya podido desentrañarse de forma total, ha ocasionado que cobren mucha relevancia los mitos y leyendas de Isla de Pascua, transmitidos de forma oral por los nativos y recopilados por antiguos visitantes. Pero estos mitos, que pretenden explicar hechos acaecidos en el pasado, muchas veces están decorados o por la imaginación de quien los transmite o por la de quien los escucha, por lo que la reconstrucción histórica hecha en base a ellos deambula entre la realidad y la fantasía.
Hotu Matu'a y los siete exploradores.
Cuenta la leyenda que el Ariki (rey) Hotu Matu’a habitaba en un bello continente llamado Hiva. Un noche recibió en sueños el mensaje de que su tierra se hundiría por lo que debía buscar un lugar al que llevara a su pueblo. Por consejo de un sabio vidente, Hotu Matu’a envió a siete exploradores en dirección al sol naciente, a buscar una tierra propicia para vivir y sembrar ñame (base de su alimentación).Después de varios días de navegación, los siete exploradores llegaron a una isla pequeña y deshabitada pero que les pareció lo suficientemente fértil para vivir.
Se dice que además del ñame, los exploradores llevaron consigo un moai y un collar de madreperlas, y que esto fue abandonado cuando volvieron a su tierra Hiva, dejando sólo a uno de los exploradores en la isla.
Tiempo después Hotu Matu’a llegó a la isla en dos grandes embarcaciones acompañado de su séquito formado por su mujer, su hermana y otras 100 personas. Desde entonces la isla tomó el nombre de Te pito o te henua, que significa “ombligo del mundo”.
Esta leyenda ha dado origen a que algunos investigadores concluyan que cuando Hotu Matu’a llegó a la Isla de Pascua, ésta ya estaba habitada y que encontró además del ñame, varios moais en pie. Algunos creen que los siete exploradores representan las siete generaciones o tribus que habitaron el lugar, de las que sólo una sobrevivió y se mezcló con la gente de Hotu Matu’a.
Estos siete exploradores estarían representados por los siete moais que se encuentran en el Ahu Akivi.
Tiempo después Hotu Matu’a llegó a la isla en dos grandes embarcaciones acompañado de su séquito formado por su mujer, su hermana y otras 100 personas. Desde entonces la isla tomó el nombre de Te pito o te henua, que significa “ombligo del mundo”.
Esta leyenda ha dado origen a que algunos investigadores concluyan que cuando Hotu Matu’a llegó a la Isla de Pascua, ésta ya estaba habitada y que encontró además del ñame, varios moais en pie. Algunos creen que los siete exploradores representan las siete generaciones o tribus que habitaron el lugar, de las que sólo una sobrevivió y se mezcló con la gente de Hotu Matu’a.
Estos siete exploradores estarían representados por los siete moais que se encuentran en el Ahu Akivi.
Orejas largas y orejas cortas.
Un mito Rapa Nui cuenta que posterior a la llegada de los polinesios, arribó a la isla otra inmigración de origen desconocido ya que las características raciales de estos nuevos pobladores eran diferentes a las de los considerados nativos. Los recién llegados eran más corpulentos y robustos y se les conocía como los rasgos Hanau E’epe o “raza ancha”, en contraste con los Hanau Momoko o “raza delgada.

No obstante otros investigadores señalan que la diferencia entre los dos grupos se basaba fundamentalmente en la contextura física y que por esto, los Hanau E’epe constituían la clase trabajadora mientras que los Hanau Momoco, más delgados, eran la tribu o clase dominante. Para ellos el estiramiento del lóbulo auricular (tan característico de los moai) no era otra cosa que una práctica común en muchas culturas del mundo y lo que ocurrió fue que en algún momento de la historia, la palabra E’epe se mezcló con la palabra Rapanui ‘Epe, que significa lóbulo auricular, dando origen a la leyenda de los “orejas largas” y los “orejas cortas”.
Make-Make, el dios creador.
Según la leyenda, Make-Make, después de haber creado la tierra se sintió solo y pensó que algo le faltaba. Tomó entre sus manos una calabaza con agua y descubrió su reflejo en ella, en ese momento un pájaro se posó en su hombro y Make-Make vio con asombro su reflejo fundido con el del pájaro, por lo que decidió unirlos dando origen a su hijo primogénito.

Fue Make-Make, junto con el dios Haua, quién llevó a los pájaros (manutaras) a los islotes (motus) frente al volcán Rano Kau, para que de esta forma se diera inicio al culto del Tangata Manu u “hombre pájaro”.
Moai Kava-Kava, el espíritu con costillas.
Cuenta la leyenda que cierto día, el ariki Tu’u Koihu, hijo mayor de Hotu Matu’a, estaba caminando a la media noche por Puna Pau cuando se encontró con dos espíritus, o aku aku, dormidos frente a él. Al verlos con atención se percató de que sus cuerpos eran esqueléticos, y decidió marcharse y dejarlos. Sin embargo al intentar escapar corriendo los despertó, así que los aku aku lo siguieron por temor a que dijera a alguien lo que había visto.
Tu’u Koihu negó haber visto algo pero los espíritus no le creyeron y se quedaron vigilándolo por dos días y dos noches. Al ver que no decía nada, se marcharon. Una vez libre de los espíritus, el ariki regresó a Tore Ta’hana, entró en una choza, y en un trozo de madera de toromiro talló a las dos figuras descarnadas de los aku aku que había visto y que guardaba en su memoria. Este fue el medio de comunicación que encontró el ariki para contar lo que había visto.
Este fue, según la tradición, el origen de los Moais Kava Kava (“estatuas con costillas”) que los isleños acostumbraban tallar y colgar en la puerta de sus casas, del lado de adentro, para espantar a los malos espíritus.
Mangai, el anzuelo rapanui.
Existe una antigua leyenda que atribuye a un hombre llamado Ure Avai, la primera fabricación del mangai ivi tangata, anzuelo hecho de hueso humano.
Ure Avai era un joven pescador que vivía en Hanga Piko. A pesar de descender de una antigua familia de pescadores, no estaba contento con los resultados de su pesca. El, como el resto de pescadores de la isla, utilizaba anzuelos hechos de piedra, mangai maea, pero no dadan el resultado esperado en la captura de atunes, ya que la mayoría de los peces se escapaban cuando trataba de subirlos al bote desde las aguas profundas.
Una tarde, tras regresar triste a su casa después de una jornada poco fructífera, decidió rezar a Mea Kahi, el dios de la pesca, para pedirle ayuda en su faena. Por la noche, mientras dormía, tuvo un sueño. Se le apareció el espíritu de un ancestro (tupuna) llamado Tirakoka y le indicó por qué no tenía éxito en la pesca. Entonces le ordenó ir a la cueva dónde estaban enterrados los restos de su padre, y coger un trozo de fémur para construir un anzuelo.
Al día siguiente, confundido aún con la visión, decidió encaminarse a la cueva dónde estaba enterrado su padre. Tomó un trozo de hueso del muslo, y comenzó a tallar un anzuelo según las indicaciones que le había dado el espirítu. Cuando lo tuvo listo, se embarcó en su canoa y se dirigió mar adentro, lejos de sus compañeros, para probar su nueva herramienta. Una vez lanzado el mangai, empezó a atrapar peces con suma facilidad, regresando a puerto con grandes cantidades de pescado.
El constante éxito en la pesca, despertó primero el asombro y luego la envidia del resto de pescadores, que no entendían como conseguía Ure Avai, tal cantidad de peces. Le preguntaron por su secreto, pero éste no quiso revelarlo, lo que originó una enemistad con sus compañeros de faena. Entonces un día, los otros pescadores, desesperados por conocer sus artes ocultas siguen a Ure hasta su caladero favorito y se enfrentan con él. Ure tratando de mantener su secreto pierde la vida en la pelea, con lo que consiguen buscar en su barco y encontrar su nuevo anzuelo de hueso.
Cuentan que desde entonces, los pescadores de Rapa Nui utilizaron el mangai ivi tangata para obtener una pesca abundante, no faltando ya más alimento que llevar a sus familias y que el espíritu maligno de Ure Avai sigue vagando por la isla.
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